sábado, 20 de noviembre de 2010

Siempre lejano

Encontré tu nombre de nuevo en la lejanía, borrado por el susurro del viento, las sonrisas de los árboles y las miradas de las nubes.

Grité al cielo a la espera de recuperarlo, pero el sonido se ahogó en la noche y la voz se perdió en mi garganta. Postré mis rodillas en la húmeda hierba y arranqué pequeños hierbajos para expulsar la rabia y la desolación que asolaban mi corazón, y el ansia que se apoderaba de mi mente.
El susurro del viento habló en mi oído con un tono calmado que aligeró el peso de mi persona y me tumbó, cual pequeña hoja, en el lecho verde que se formó a mi alrededor.

Quise reír como los árboles, y observarte como las nubes, pero la brisa me dejó inmóvil y descansada.
Lo que no pude evitar fue que una lágrima escapara con el viento, sin ser ya muestra del llanto de mi pecho, sino por una escena agradable que posee mi mente ante el asalto de tu recuerdo. Elevé una mano y toqué tu rostro, lo sentí: esos pequeños mechones desordenados acariciando mis dedos y esa tibieza de tu piel tan agradable calentando mi palma.
"Sólo es un recuerdo" intentaba mi conciencia, persistente, avisarme una y otra vez, mas yo no quería escucharla, prefería continuar en ese momento tan añorado, en ese lugar tan querido, sólo a tu lado.
Volví a suspirar una vez más y mantuve los ojos cerrados a pesar de que la brisa había desaparecido, aunque el sol ya no se alzaba por el horizonte, porque no quería nada más que quedarme a tu lado... para siempre.

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